De la libertad de expresión al terrorismo urbano

Las últimas semanas hemos leído en los diferentes medios de prensa sobre el llanto de los dinosaurios rojos por la propuesta de enmienda a la ley anti-terrorista. La propuesta es lógica, necesaria y oportuna.
Los gritos desesperados de los revoltosos no deben ser excusas para detener las enmiendas. Una cosa es manifestarse pacifícamente y otra muy diferente es atentar contra propiedad privada, propiedad pública (como cuando le cortaron la cabeza a la estatua de Cristobal Colón en el Palacio Nacional) y lo más repudiable poner en peligro vidas de niños, mujeres y ancianos inocentes.
La oposición en nuestro país en contraste con las vedadas oposiciones a las dictaduras de Castro y Chávez tiene la oportunidad de debatir en la Asamblea, competir en elecciones transparentes y ocupa espacios en las entidades (TSE) que administran el proceso electoral y en el sistema judicial.
Pero la verdad es que hasta la misma gente de izquierda reconoce que los rojos efemele-stalinistas han perdido la brújula y andan peleando batallas pérdidas. Como lo explica, la columnista del Diario El Mundo, Sandra Moreno, en su columna Sí que duele la verdad:

Ese día, 19 de julio, en el foro, explotó una verdadera bomba en la cara de la izquierda centroamericana. El Dr. Edelberto dijo que le alegró, con dolor, el hundimiento de la Unión Soviética, "porque no era una democracia". Ante sus palabras hubo un silencio demoledor en el auditorium, no era para menos ya que este hombre lo decía por primera vez en público. "Es un vendido" o "se hizo de derecha" serían apenas unos de tantos descalificativos que recibiría luego, sin embargo su voz como un puñal, afilado por el conocimiento de la realidad sociopolítica, siguió dando cortes certeros. Ante el reto de redefinir la izquierda, les recordó que el gran desafío es la democracia y que la lucha es dentro del Estado. O sea, cambiemos el casete de todos y todas contra el Estado. Los cambios se deberán hacer dentro del Estado. Por tanto, "no hay cambio revolucionario". Segunda bomba. En ese momento, la imagen del presidente venezolano Hugo Chávez apareció en el espectro mental. Tenía frente a mí un intelectual de primera que para nada aconseja levantar la bandera de la "revolución" para construir la sociedad justa con la que soñamos. Tal vez porque así como en el pasado el Dr. Edelberto vivió en carne propia el no tener ni papel higiénico en la Unión Soviética, hoy percibe cómo ya la población en Venezuela sufre cierta escasez de productos básicos. Y sea del color que sea un gobierno incapaz de solventar las necesidades básicas de las personas no es un buen gobierno. Esto lo sabe el Dr. Edelberto, quien llegó al extremo esa noche de afirmar que "si Marx viviera no sería marxista". (Diaro El Mundo, 25/07/07)