Una reforma es mejor que el cambio

Sin mayor imaginación porque es un refrito de lo mismo que han venido ofreciendo desde la elección de 1994, el Frente ha propuesto al electorado salvadoreño irónicamente un cambio. (GENIOS! Obviamente lo que deberían cambiar es su slogan porque después de 4 elecciones no ha dado una)

Lejos de despertar confianza y esperanza, cambio por definición es ambiguo por lo que consecuentemente es incierto y envuelve demasiado riesgo individual y colectivo. A parte de  que se ha puesto de moda y es "cool" ahora usarlo, ¿cómo alimenta el cambio a la gente? ¿cómo le va poner techo el cambio a las familias? ¿cómo va abrir más fuentes de empleo el cambio? (Lean el pasquín rojo, se les olvido dejar de fumar antes de escribirlo)

A diferencia de países más desarrollados donde el sistema rara vez está en juego, en nuestro país la propuesta de cambio tiene ramificaciones serias ya que la pregunta que el electorado se hace cada elección presidencial no es si se destina más o menos fondos para programas sociales o si pagaremos más o menos impuestos. Cada 5 años, los votantes salvadoreños decidimos entre un sistema que respete las libertades inherentes del individuo y la familia o una imposición del socialismo. Lastimosa y peligrosamente, los estatutos del Frente aún establecen la revolución y socialismo como la alternativa al sistema de libertades acutal.

Y por más que los rojos disfracen su programa y pongan candidatos, según ellos foráneos, cada entrevista que José Luis Merino ha dado a los medios en los últimos años ha dejado claro los objetivos de los que verdaderamente mandan en ese partido: “sueño de implementar el socialismo en nuestro país”. 

A estas alturas del juego, nadie que haya tan sólo hojeado los periódicos en los últimos 30 años se atreverá en su sano juicio a tirarse a ese abismo.

De ahí la importancia de contrastar el cambio incierto con algo más sensato como lo es una reforma. ¿Pero  por qué enfrascarse en un análisis simplista entre cambio o reforma? A simple vista es cuestión de semántica. La realidad es que el futuro de nuestro país depende del mensaje subliminal que envían los terengos y ese juego de palabras por simple que parezcan pueden traer consecuencias serias a nuestro país. 

No es lo mismo creer en un sistema, darlo por sentado y trabajar por reacomodar piezas dentro del mismo con el fin de lograr mayor eficiencia, una mejoría, es decir una reforma. Muy distinto es creer que la solución a los problemas es el abrupto desecho y consecuente reemplazo del sistema poniendo en riesgo avances e implementando un nuevo canon de leyes que utópicamente conlleve al paraíso terrenal es decir un cambio. Eso es peligroso y los experimentos de ese tipo han fracasado rotundamente. Lejos de generar una mejoría en la calidad de vida de los representados, esas nuevas constituciones normalmente conllevan a la entronización de individuos (Castros, Chávez, Correa y Evo)

Ahora como votantes tenemos que terminar lo que comenzamos el 18 de enero: el entierro de una vez por todas del comunismo en El Salvador porque nuestro país será la tumba donde los rojos terminarán...